jueves, 26 de noviembre de 2009

Poesía Ecuatoriana, arte en palabras...


Nuestro hermoso país ha visto nacer a varios artistas, poetas, cantautores, autores de relatos y experiencias del corazón. Los mismos que mediante la palabra expresan bellos o amargos sentimientos. Sin duda nuestro país se caracteriza por gente buena, y talentosa, que utiliza sus dones para deleite del público. Aquí podremos observar algunos poemas de autores ecuatorianos, dignos de admiración:


El secreto de las viudas


Cuando las viudas del norte regresen a las tumbas donde escondieron sus lágrimas
Voy a buscar en sus ojos las intenciones de su regreso
Aunque los espejos que llevan en su rostro muestren ante mí
Lo contrario a la muerte
Que no es la vida, sino la conciencia de ella.

Tyrone Maridueña

Cada día que pasa

Cada día que pasa para mí es de ventura

porque voy acercándome a la meta ideal:
me aproximo al instante de arrojar la envoltura
inútil, terrenal...

Cada día que pasa mi visión es más pura...
y se aviva mi vieja sed de lo inmaterial
y percibo más clara la infinita dulzura
de la voz Paternal...

Por eso cada día que pasa es de alegría
porque voy acercándome a la sabiduría
cual se acerca el cordero al pastor.

¡Quien pudiera lograr que el tiempo acelerara
y en el Puerto Celeste mi barca hoy mismo aclara
para estar ya besando las plantas del Señor!

Pedro Enrique Ribadeneira

Dios, patria y libertad


El amor a la patria es el primero
y el don de libertad es sin segundo
Dios le dio patria y libertad al mundo
y en Dios, a patria y libertad venero.

Es patria y libertad cada lucero
y, en cada estrella de azul profundo,
el Dios refulge del amor fecundo,
patria de luz del universo entero.

Es astro tierra que, en el libre espacio,
como un globo de nácar y topacio
marcha hacia el norte en cadencioso vuelo;

es, ¡oh feudales de la guerra insana!,
la patria libre de la especia humana
en la armoniosa libertad del cielo.

César Borja


Eugenia
El jardín verde claro. El manzano florido
con parásitas grises. Algunas ramas de una
con sencillez decoran la casa vuelta nido,
el nido tan soñado donde el amor se incuba.

Ella, tras la ventana, mira los campos, sola...
Su amado un nuevo disco pone a girar con miedo,
pues teme que en la música frívola de la vitrola
no se ahoguen bien los gritos que a ratos lanza el tedio.


Ella se desespera y a él le pasa lo mismo.
Con maneras corteses, con prudente mutismo,
van tejiendo las horas ya casi por un mes;

hasta que un día advierten con espanto y locura
que el éxodo triste, grávido de amargura,
en el barco del tedio no son dos sino tres.

Alfonso Moreno Mora

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